AMORES PROHIBIDOS (DIARIO DE UN HOMBRE) 1ª PARTE
SINOPSIS

Alejandro Hidalgo es un arquitecto que ha llegado a su madurez resignado a llevar una vida cómoda pero exenta de cualquier tipo de ilusión profesional y sentimental. Su matrimonio con María se ha convertido con el paso de los años en una placentera convivencia en la que el cariño y la amistad han sustituido por completo al imprescindible amor y deseo carnal que él siempre ha necesitado.
Sumido en una profunda y silenciosa depresión conoce en un portal de juegos de internet a Raquel, una mujer divorciada con la que emprenderá una romántica y apasionada historia de amor. Después de un año como amantes Alejandro reúne el valor suficiente y decide abandonar a María, iniciando así una nueva vida sentimental junto a Raquel convencido de que ese amor tan idílico y platónico como apasionado y lascivo que ambos han compartido hasta ese momento, es auténtico y perdurable. Será entonces cuando el mundo se derrumbe a sus pies y se someta a la tortura de un desamor que no pudo predecir ni tan siquiera imaginar, y que terminará destrozándolo psicológicamente.
Eva, una mujer casada y veintiún años más joven que Alejandro será quien conseguirá recuperar su autoestima y su ilusión en el amor, despertando en él su romanticismo más profundo y el lado más oscuro de su lujuria.
Silvia, María, Patry, Raquel, y ahora Eva, cinco mujeres que causaron una fuerte impronta en el carácter y personalidad de Alejandro, todas ellas muy diferentes entre sí, tanto como las respectivas historias de amor que vivió con cada una de ellas y sus circunstancias.
COMENTARIOS DE LA NOVELA
Diario íntimo, reflexivo, crítico y descarnado con el que Alejandro, un arquitecto en plena madurez, desnuda su adicción al amor y al sexo desde los tiempos de su adolescencia, en un intento por comprenderse a sí mismo y reconstruirse nuevamente.
Una novela romántica, emotiva y apasionada llena de sensualidad y erotismo, fiel reflejo de la personalidad de su protagonista.
Historias que suceden muy cerca de ti, que pasan a tu lado casi rozándote, que te susurran al oído tentaciones, fantasías, deseos…, mientras tu pareja está en tu casa, a tu lado, ajena por completo a tu secreto. Amores clandestinos, amores inconfesables, amores prohibidos.
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FRAGMENTOS DE LA OBRA
LA GRANADELLA
Imagínate una cala pequeña, rocosa, formando casi una media luna, con una cálida y finísima arena dorada. Las olas meciéndose plácidamente sobre la orilla con reflejos de color esmeralda. Una pequeña barca de madera yace boca abajo en uno de sus extremos, abandonada al tiempo, testigo mudo del acaecer de la vida, de luces y de sombras, de risas y de llantos, y de besos de enamorados a la luz de la luna.
A lo lejos, una bella mujer vestida de blanco con el cabello acariciando su rostro por la brisa, pasea descalza por la orilla. Las olas mojan sus pies en un incesante ir y venir recordándole la invariable inmensidad del universo. Un mundo tan complejo como cada uno de nosotros, suma y sigue de sueños, ilusiones y esperanzas. Se detiene, contempla la belleza del paisaje que la rodea, se embriaga del olor del mar, nota como sus poros se abren para recibir su humedad, se siente viva y serena. Instantes mágicos en los que cualquier sueño o fantasía puede hacerse posible.
La invade una sensación de paz, de sosiego, el tiempo parece detenerse, y escucha el sonido de las olas, traen voces que parecen susurrarle al oído…… “hola”. Se repiten las voces, ahogadas por el murmullo del mar, pero con más intensidad, ya no son susurros…. “¿me oyes?”.
Sorprendida, se da la vuelta y mira a su alrededor. Y allí está él, a tan solo unos pasos, con una leve sonrisa ante el trastorno que parece haber causado su llamada. Tiene una mirada franca, sincera, serena…, sus ojos reflejan que su tránsito por la vida le ha hecho entender que la felicidad no es un valor absoluto, que cada instante puede ser único y mágico, que solo hay que abrir el corazón para que esas sensaciones nos puedan emocionar.
Se acerca mirándola a los ojos. Se detiene un instante a su lado y sonríe al contemplarla. Acerca su mano a la de ella, la coge con suavidad deslizando sus dedos entre los suyos y los dos se ponen a caminar por la orilla mientras él le dice….. “Mi nombre es Alejandro y esta preciosa cala se llama La Granadella…..”
QUISIERA APRENDER A AMARTE
Sentía que mi amor por ella era mucho más intenso, apasionado y profundo que el que ella sentía por mí. Se me había ido de las manos y me encontraba sumido nuevamente bajo el influjo de un enorme hechizo. Luchaba por reducir esa intensidad, envidiaba su forma de amarme, yo estaba presente en su corazón ocupando parte de él, pero en mi caso, quizá debido a mi enorme soledad, ella lo llenaba por completo, y no encontraba la manera de apagar esa llama que ardía inexorablemente cada vez con más intensidad. O conseguía adaptarme a ella, sentir como ella, o volvería a sufrir el desengaño y la decepción que tuve con Raquel. Un día en el que me atormentaba especialmente esta lucha interior por conseguir ahogar un poco mi pasión, le escribí lo siguiente en un mail:
QUISIERA APRENDER A AMARTE
Quisiera aprender a quererte,
como tú me quieres a mí.
Quisiera ser feliz a tu lado,
incluso cuando no estás conmigo.
Quisiera no sentir el enorme vacío de tu ausencia.
Quisiera retenerte a mi lado, pero….
¿Cómo se retiene el viento?
¿Cómo se retiene un aroma?
Tan solo a través del recuerdo
No puedo poseerte, tan solo contemplarte,
consciente de que si arrancas una flor,
se marchita y muere.
Quisiera que esa felicidad que siento al verte,
no durara tan solo un instante.
Quisiera poder saciar mi sed de ti.
Quisiera estrecharte entre mis brazos,
percibir en mi pecho los latidos de tu corazón,
embriagarme con tu fragancia,
sentir el calor de tu cuerpo, pero….
¿cómo se puede abrazar el mar?
Tan solo puedo quedar mojado de ti,
inundado por tu frescura,
por la humedad de tus besos,
por la suavidad de tus labios,
por las caricias de tus manos,
y esperar de nuevo esa ola,
ese golpe de mar,
que transporte mi corazón,
a los más profundo de mi alma.
Cómo me gustaría sumergirme en ese mar,
cálido, sorprendente, lleno de sensaciones,
navegar por él sin rumbo,
meciéndome entre tus brazos,
iluminado por el sol de tu sonrisa,
por el brillo de tus ojos.
Y en el silencio de la noche,
bajo ese manto de estrellas,
abrazarte, besarte, acariciar tu piel, poseerte,
aún a sabiendas de que será la única vez,
quizá la última,
hundir mi cara entre tus pechos,
sentir tus manos acariciando mi nuca,
dejándome acunar por ti.
Quisiera aprender a amarte,
sin sufrir el dolor de tu ausencia,
consciente de que la felicidad de ese mágico encuentro,
tan solo durará un instante,
el tiempo de estar juntos los dos.
Quisiera aprender a amarte,
para poder soltar tu mano en la despedida
sin que las lágrimas broten de mis ojos,
y poder sonreír cuando te alejes,
para que tú última imagen de mí
sea la de felicidad por habernos amado,
sentido, soñado.
En esta ocasión Eva sí que contestó a este mail en el sentido de darme la réplica, de entrar en el tema, de hacerse eco de mi estado de ánimo, de mi sentir, y en este caso de mi pesar. Y esto fue lo que me envió:
Hola Alejandro.
Creo que he borrado mil veces lo que te había escrito, no sé plasmar con palabras o no sé encontrar las adecuadas para expresar lo que en este momento siento. Lo que quiero decirte se agolpa tan de pronto en mi cabeza, es todo a la vez, que me resulta difícil ordenarlo.
Tú poema.
Tú poema ha sido la cosa más maravillosa que jamás me había regalado nadie. Unas palabras cargadas de sentimientos lindos y a la vez llenas de amargura. Unas palabras elegidas con cuidado, plasmadas de la forma más bella, poética y a la vez llenas de contenido.
Lo leí anoche. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas solo de imaginar que esas palabras salieron de ti. Casi que escuchaba tu voz en cada frase que leía. Me ha hecho llorar mucho, es más, ahora lo hago, con lo cual este mail es lo más difícil que hice nunca.
Alejandro me quieres demasiado, y no es que yo no te corresponda de igual manera. Ese querer y no poder mata, hace daño. Yo no quiero eso para ti, ni tampoco para mí. Quiero una relación contigo basada en los sueños, en las ilusiones, en los deseos. Sentir una tremenda alegría solo con ver aparecer nuestros nombres. Las mariposas que volaban haciendo cosquillas en el estómago creo que ahora muerden y hacen daño.
Esta tarde has entrado para estar conmigo, pero sentí que no estabas. He intentado que hablaras pero tú me decías que siguiera jugando, que habría tiempo para ti y al final no lo hubo. Tú respuesta de… “estoy mal”, casi que me ha puesto peor. Yo no quiero ser la causa del dolor de nadie, y menos que tu sufras lo más mínimo.
Quisiera aprender a amarte.
Así has titulado el poema, ese quisiera lo he transformado yo en ojalá. Ese ojalá denota deseo, el quisiera, es un quiero pero no soy capaz. Ojalá aprendieras a amarme como lo hago yo. Ojalá fueras feliz a mi lado aunque no estés conmigo. Ojalá no sintieras ese vacío que sientes por mi ausencia.
Alejandro, te quiero tanto. A veces, me pregunto por qué esta obsesión por estar contigo. Creo que hasta tú te lo preguntas sabiendo que no te muestras tal y como eres. ¿Qué es lo que ves en mi? me has preguntado alguna vez. Y no es lo que veo, es lo que espero algún día poder ver. Me gustaría sentir a ese Alejandro confiado, entregado, sin fantasmas a su alrededor. Quiero que ese día en el que tengamos un encuentro real, cuando te mire a los ojos, pueda ver que estás en el camino de quererme como yo te quiero a ti. Que no tengas que disimular unas lágrimas al despedirte, que sea una sonrisa la que ilumine tu cara.
He jugado un rato contigo ahora, me hizo mucha ilusión verte. Pero no sé por qué he estado llorando todo el tiempo. Así que me voy a la cama a descansar. No volveré a leer lo que he escrito no sé si quitaría o añadiría algo más, pero así queda.
Eva
EL SEXO
Al día siguiente por la tarde, cuando nos encontramos de nuevo en el chat le hice la rutinaria y habitual pregunta:
– Hola cielo. ¿Cómo estás?
– Pues no muy bien, -respondió.
– ¿Y eso? ¿Qué te pasa?
– He pasado mala noche. He tenido un sueño muy inquieto y me he despertado algunas veces.
– ¿Crees que el juego de anoche ha tenido algo que ver?
– Pues con toda seguridad que sí. Aunque no lo recuerdo bien había imágenes de tu relato que se me aparecían cuando me despertaba.
– Vaya, tampoco pretendía que fuera un cuento de terror.
– Me gustan las películas de miedo, ya lo sabes, y nunca me han hecho tener pesadillas.
– Tengo que deducir entonces que no te gustó mi relato.
-Aún no sé muy bien qué decirte respecto a eso. No creo que me sometiera voluntariamente a algo así, pero tengo que confesarte que las veces que me desperté estaba muy mojada.
– Ummm…, eso es muy alentador.
– Pues no te ilusiones. No creo que te permitiera hacerlo.
– Es que esa es la clave cariño. Tú no quieres un Amo que te domine y someta. Te rebelarías de inmediato. Y yo tampoco quiero una Sumisa voluntaria, no me excitaría de esa forma. Mira cielo, la práctica del sexo es la expresión más sincera de nuestro yo. Nos desprendemos de la máscara, de ese disfraz con el que cada día salimos a la calle, vamos al trabajo, nos relacionamos con la gente, todo ello con esa imagen que hemos fabricado de nosotros mismos para ser expuesta ante los demás. En cambio, en la relación sexual afloran nuestras emociones, nuestros anhelos, prejuicios, miedos, frustraciones, complejos, traumas, deseos insatisfechos…, y nuestros instintos más básicos entendiendo por tales no sólo el de la copulación sino también el del ejercicio del poder, la posesión, la voluntaria sumisión o la necesidad de dominar y someter al otro, incluso nuestra contenida violencia natural se manifiesta y desahoga a través del acto sexual. En definitiva, desnuda nuestro yo más auténtico, más oculto, más profundo, más oscuro. Y si además surgen los sentimientos, entonces no solo practicamos sexo, también hacemos el amor.
– Alejandro.
– Dime cariño.
– ¿Qué te parece si echamos un dominó?
– Claro que sí cielo. Venga, abro una partida.